Un año después del mes más volátil de la historia

Educación financiera
por Rafael Suárez
07 de marzo, 2021

Durante las últimas décadas, el ser humano ha conseguido desarrollar una mega base de datos con todo tipo de variables: datos históricos, simulaciones, estimaciones, expectativas, etc. Esto hace que seamos proclives a perder la perspectiva y naufragar entre tanto dato.

Pero, el ser humano ¿es un ser de largo o de corto plazo? Walter Mischel, profesor de la Universidad de Stanford, lideró una serie de estudios sobre gratificación retrasada, es decir, la capacidad del ser humano de resistir la tentación de una recompensa inmediata, a cambio de una superior más tarde.

Uno de sus experimentos consistió en dejar a niños solos en una habitación con una golosina delante durante 15 minutos. Antes de salir de la habitación, el profesor les dijo: “si al regresar la golosina está en su sitio, os daré, como regalo, una adicional”. La realidad fue que 2 de cada 3 niños se comieron la golosina. Años más tarde, en un estudio de seguimiento, se comprobó cómo aquellos que habían demostrado una mayor capacidad de resistencia y no se comieron la golosina, eran más competentes y sacaban mejores notas o habían llegado mejor preparados a la universidad.

Este tipo de estudios muestran que nuestro cerebro está preparado para tomar decisiones de acuerdo con la situación actual, ignorando o descontando escenarios hipotéticos que pudieran ocurrir en el futuro. Es decir, estos escenarios futuros tienen menos peso que las circunstancias recientes. Por ejemplo, en situaciones como la vivida durante el mes de marzo del año pasado (2020), fruto de la pandemia ocasionada por el Covid-19, la volatilidad de los mercados de renta variable se disparó, por lo que era muy fácil centrarnos en lo que estaba ocurriendo por aquél entonces, cambiando nuestra perspectiva de largo plazo por otra de muy corto. Sin embargo, dicho cambio únicamente nos hubiera reportado ansiedad, dolores de cabeza y, probablemente, no hubiese solucionado nada. De hecho, esto fue lo que le ocurrió a muchos inversores que, como si de un niño con su golosina se tratara, les fue muy complicado mantener sus inversiones, mientras que, aquellos que sí lo consiguieron, demostraron una gran autodisciplina, uno de los factores más importantes para tener éxito en cualquier ámbito.

En el gráfico inferior, se observa cuál fue la magnitud media, en valor absoluto, de los movimientos diarios de cada mes desde 1927 hasta el mes de marzo de 2020 en el mercado americano de renta variable, siendo este último el más volátil de la historia de EE. UU.

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Cuando aumenta la intensidad de los movimientos es inevitable pensar en la conveniencia de nuestras inversiones, sobre todo, porque suele venir acompañada de fuertes caídas. A modo de ejemplo, el S&P 500, principal índice de referencia del mercado de acciones de EE. UU., sufrió pérdidas de un -12,3% en euros durante el mes de marzo, para acabar en terreno positivo a final de año (+8,0%). Muchos inversores, ante la magnitud de las perdidas tomaron decisiones drásticas en sus carteras, lo que les llevo a no participar en las revalorizaciones posteriores y haber acabado con pérdidas el cómputo del año. Pero ¿es posible evitar estas caídas de forma consistente en el tiempo y no perder revalorizaciones futuras? Sí, es posible, pero no creíble. En estos momentos es cuando, haber diseñado una política de inversión adecuada a nuestros objetivos y necesidades, así como en consonancia con nuestro nivel de aversión al riesgo, cobra especial importancia, para mantenernos disciplinados y con una visión de largo plazo.

Una vez se encuentra definida nuestra política de inversión, las carteras no son una foto fija, sino que fluctúan, evolucionan y se descompensan a lo largo del tiempo, como consecuencia de los movimientos del mercado que veíamos en el gráfico anterior. Por ello, es muy importante también haber definido una política de rebalanceos que estructure el proceso referente a cuándo comprar y vender.

A este respecto, Daniel Kahneman -premio Nobel- en su obra Thinking, Fast and Slow (2011), define dos sistemas de pensamiento. Uno rápido, que no requiere ningún esfuerzo, es espontáneo, emocional, instintivo, automático e inconsciente y otro lento, que se dedica a actividades que exigen cierto esfuerzo, por lo que es un proceso analítico, estructurado, lógico y, sobre todo, consciente.

Entonces, ¿dónde radica el problema? este radica en que en un entorno como el actual, donde incesantemente nos bombardean con noticias y datos negativos a través de la televisión, radio, internet, smartphone, etc., los inversores, aunque esas noticias no lo transmitan explícitamente, sienten la necesidad de tomar una decisión inmediata, que suele ser tomada con el sistema rápido, de forma emocional e instintiva. Esto se debe, a que el sistema racional es más lento, vago por naturaleza, requiere un ejercicio de conciencia y el consumo de mucha energía. Por tanto, en muchas ocasiones, claudicamos y aceptamos las decisiones del sistema rápido, sin meditación ni queja alguna.

Según el consenso de psicólogos evolucionistas, este sesgo cognitivo y conductual tuvo su origen hace miles de años cuando nuestro cerebro, ante los grandes peligros que acechaban, aprendió a ignorar el futuro porque nuestra esperanza de vida era muy corta. No había razón alguna para planear o ahorrar para el futuro. Sin embargo, la esperanza de vida actual es elevada, hay varias décadas, entre que acabamos los estudios y llegamos a nuestra jubilación, o entre que nace un hijo y va a la universidad.

Sin embargo, realizar ajustes drásticos en las inversiones debe estar ligado a cambios radicales en tu vida, unos cambios que desemboquen en una política de inversión diferente y que no responda a los movimientos recientes del mercado. Además, una vez se ha tomado una decisión drástica, como pudiera ser la de salir del mercado, volver a entrar puede llevar meses, pues esta decisión es elaborada con el sistema lento a través de los siguientes pasos: i) fijar el objetivo de la inversión, ii) búsqueda de información, iii) procesamiento de la información, iv) conducción del análisis y, v) selección y contratación de productos. Entre el momento en que se toma la decisión de invertir y se realizan todas y cada una de estas etapas, pueden pasar meses, en los que estamos fuera del mercado y que, muy probablemente, ha vivido fuertes movimientos al alza y no hemos participado en ellos.

En conclusión, disponer de una política de inversión y rebalanceos aporta rigurosidad y disciplina al proceso inversor, ayudando a no dejarse llevar por el sistema rápido del pensamiento y ver la situación con perspectiva, incorporando el largo plazo en el proceso de toma de decisiones de inversión.

La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.

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