Time in the market Vs. Market timing

Educación financiera
por Rafael Suárez
30 de noviembre, 2024

Gratificación inmediata, tendencia a buscar recompensas o satisfacciones inmediatas, incluso si ello implica renunciar a beneficios mayores que podrían obtenerse en el futuro. ¿Te suena este término psicológico? La realidad es que el mundo se encuentra sumido en este tipo de gratificación… Lo observamos en las redes sociales, aplicaciones como Netflix y TikTok, o incluso en las de los servicios de entrega. La velocidad para obtener algo se ha vuelto una obsesión. De hecho, esta necesidad de una gratificación instantánea nos está convirtiendo en peores inversores, pues ha reforzado nuestra propensión de pensar hacia el corto plazo, tal y como vemos en el siguiente gráfico (Eje y: nivel de atención, eje x: horizonte temporal):

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De hecho, la forma de actuar del inversor irracional es la misma que tenía el pavo de la paradoja que el filósofo y matemático Bertrand Russell inventó, y que versaba así: imaginemos a un pavo que vive en una granja y asocia que, como el granjero lo alimenta cada mañana, este es su amigo. Sin embargo, el día de Acción de Gracias todo cambia, y el pavo descubre que su análisis anterior no le ha servido de nada.

Esta paradoja nos muestra cómo depender exclusivamente de eventos puntuales o patrones recientes puede llevarnos a conclusiones desastrosas, demostrando así la irracionalidad de la inferencia inductiva y, por ende, de los inversores. Una muestra de ello es la cantidad de inversores que se inclinan por hacer market timing, o lo que es lo mismo, intentar predecir qué activos comprar, cuándo comprarlos y cuándo venderlos en el corto plazo. Para ello, suelen tomar decisiones en base a su percepción de si el mercado está caro o barato, a noticias recientes, o incluso reaccionan a eventos geopolíticos, todo ello con el objetivo de obtener mayores retornos en un plazo de tiempo reducido.

Sin embargo, la evolución en el precio de los activos es impredecible en el corto plazo. Incluso si fueran predecibles, todos los inversores llegarían a las mismas conclusiones, lo que eliminaría cualquier posibilidad de obtener ganancias. Por otro lado, otra de las razones que potencian esta gratificación inmediata es la montaña rusa emocional que supone invertir, donde se entrelazan momentos de pánico con episodios de euforia.

En el primer caso, el pánico nos conduce a materializar pérdidas importantes, ya que nos lleva a realizar ventas apresuradas y que intentemos esperar el mejor momento para volver a invertir. No obstante, el problema con esto es que ya hemos materializado las pérdidas y, por tanto, para recuperar el capital perdido tendremos que obtener ganancias incluso mayores que nuestras pérdidas. Este es el lado oscuro del interés compuesto a la hora de invertir, pues cuando vendemos durante una caída, las pérdidas se acumulan en nuestra contra, haciendo más difícil recuperarnos. De la misma manera, la euforia nos puede llevar a invertir en un mal momento si consideramos sólo unas semanas o meses, lo que también puede derivar en la materialización de pérdidas importantes si no tenemos un foco de largo plazo.

Como estamos viendo, el azar juega un papel primordial en el corto plazo, lo que hace muy cuesta arriba el camino para aquellos inversores que se obsesionan con elegir el mejor momento para invertir su capital. Como ejemplo ilustrativo, en el gráfico inferior vemos la rentabilidad obtenida por el S&P 500 (índice de referencia de la bolsa estadounidense) a un año vista en todos los casos donde la rentabilidad de los últimos 12 meses se ha encontrado, o bien entre 10% y 20% (punto medio 15%), o bien entre -10% y -20% (punto medio -15%). De esta forma vemos cómo, en ambos casos, las rentabilidades a un año vista fluctúan entre -30% y 50%, o lo que es lo mismo, estamos ante una ruleta, pues independientemente de dónde vengamos en el último año, es prácticamente imposible saber qué ocurrirá en el siguiente año:

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Y no solo eso, si reducimos aún más el plazo temporal, nos damos cuenta que los mejores y peores días de los mercados son como gemelos, suceden frecuentemente uno detrás del otro, a la vez que son impredecibles. Y si algo nos ha enseñado la historia de los mercados financieros, es que el efecto de perderse un “buen día”, al contrario de lo que pudiera parecer a simple vista, puede llegar a tener un efecto muy importante a 20-30 años vista.

Es por todo esto por lo que el inversor debería centrarse en el tiempo que está invertido (time in the market) y no tanto en el market timing. De esta forma, en vez de intentar adivinar los puntos máximos y mínimos de sus inversiones (sencillamente imposible), reconocerá que, probablemente, no acertará el momento exacto que le llevará a obtener el mejor resultado posible, pero que, a la larga, el proceso es más importante que el momento de entrada. Al fin y al cabo, la bolsa tiende a subir a largo plazo principalmente debido al crecimiento económico, ya que, conforme las empresas generan más beneficios, su valor aumenta, lo cual se ve reflejado en el precio de las acciones.

De esta manera, si en vez de focalizarnos en el corto plazo, nos fijamos en el largo plazo, veamos qué ocurre. Para ello, utilizaremos datos del S&P 500 desde 1950 y dibujaremos, para distintos rangos de rentabilidades obtenidas en los últimos 12 meses, cuál es el resultado promedio tras 1, 3, 5, 10, 20, 30, 40 y 50 años. Por ejemplo, en el rango 20-30%, observamos cómo se ha comportado, en promedio, el S&P 500 en los años siguientes tras haber obtenido esas rentabilidades:

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Como hemos podido observar, con independencia de la rentabilidad obtenida, a largo plazo los resultados tienden a situarse en terreno positivo, concretamente en niveles del 10% anual. No obstante, alguien pudiera pensar que los datos pudieran estar sesgados al utilizarse el promedio. Por ello, seguidamente, se muestra exactamente lo mismo, pero para el peor de los casos posibles en cada rango de rentabilidades:

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En este caso, volvemos a la aleatoriedad en el corto-medio plazo, pero a partir de 20-30 años comienzan de nuevo a estabilizarse los resultados en torno a 10% anual.

En conclusión, no podemos ser como el pavo de nuestra paradoja y fijarnos en nuestra recompensa inmediata, sino que debemos estructurar un plan, que en el ámbito de las inversiones se denomina política de inversión, para, a partir de ahí, saber cómo actuar en el futuro y no perdernos en la gratificación cortoplacista, que va completamente en contra de nuestro bienestar futuro a largo plazo. Recordemos también que invertiremos cuando tengamos el dinero (si es una cantidad importante pudiéramos diversificar el momento de entrada en fases) y lo sacaremos del mercado cuando nos haga falta, lo único que variamos con el horizonte temporal es el riesgo de nuestras inversiones, pero no el momento de entrada.

La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.

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