Que un riesgo no se materialice no implica que no se esté asumiendo

Educación financiera
por Rafael Suárez
30 de septiembre, 2024

Hace unos años se hizo viral una foto en internet tomada por Atsunori Kishida tras un terremoto en Japón, y que fue bautizada como los platos de Schrödinger, en alusión al popular experimento creado por el físico austríaco irlandés Erwin Schrödinger. En esta se observa una vajilla que está entera y rota al mismo tiempo, pues en el momento en el que se abra la puerta se acabarán cayendo los platos.

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Esta metáfora ilustra perfectamente una situación que solemos encontrar al analizar las carteras. Esto ocurre, tanto en épocas de “risk on”, que son momentos en los que existe una percepción generalizada de riesgo bajo en los mercados (sobre optimismo), como de “risk off”, que son justo lo contrario (pesimismo).

En los periodos de “risk on”, los inversores tienden a asumir riesgos excesivos y concentrar fuertemente sus inversiones en aquello que ha otorgado rentabilidades atractivas durante los últimos tiempos, sin prestar atención al nivel de riesgo que están asumiendo. Por el contrario, en las fases de “risk off”, los inversores tienden a asumir el menor riesgo posible, concentrando sus inversiones en aquellas que, si bien poseen un riesgo reducido, no les generarán rentabilidades atractivas en el medio-largo plazo. Así mismo, nos encontramos frecuentemente con otro escenario, que es aquél en el que el inversor únicamente invierte en lo que conoce o le resulta familiar.

En estas situaciones podemos considerar que esa cartera de inversiones está como la vajilla de nuestra foto, pues muy probablemente estará desalineada con los objetivos y necesidades del inversor, y cualquier acción para corregirla puede requerir un tratamiento de precisión quirúrgica. Como podemos imaginar, las razones que nos pueden llevar a ello son múltiples: el miedo, la codicia, el apego emocional a ciertos activos, la influencia de las noticias que nos llegan por redes sociales o la prensa, la falta de conocimientos en esta materia, etc.

Sin embargo, todas estas influencias pueden mitigarse utilizando una herramienta que nos ayude a mantener la calma y no precipitarnos en la toma de decisiones. Esta herramienta es la política de inversión, que establece los procedimientos para implementar y realizar el seguimiento de las inversiones en base a las necesidades y objetivos del inversor, siempre teniendo en cuenta el horizonte temporal de cada uno de estos.

Dentro de esta política, se destacan dos elementos clave: la delimitación del universo de inversión y sus restricciones, y el plan de implementación y la política de rebalanceo. Esta política marcará el rumbo del inversor y le ayudará a trasladar sus necesidades y objetivos a parámetros de inversión, de tal manera que se minimizan los errores y los riesgos inherentes a la actividad de inversión, a la misma vez que se eliminarán los sesgos causados por las emociones y el comportamiento humano, lo que permite tomar decisiones más objetivas y eficientes.

En consecuencia, los problemas surgen cuando se comienza a invertir sin haber establecido un plan pues, en momentos de “risk on”, nuestra tranquilidad dependerá de que no suceda nada y la puerta permanezca cerrada, mientras que, en momentos de “risk off”, tendremos una falsa tranquilidad, pues si bien no ocurre nada en el corto plazo, en el largo plazo iremos perdiendo poder adquisitivo por el camino.

Dentro de ese plan de inversión, quizás la decisión más importante sea la relativa a las clases de activo dónde invertir, pues será el mix de estas las que explicarán más del 90% de la rentabilidad de nuestras inversiones en el largo plazo. La imagen que se muestra a continuación nos proporciona una indicación de lo que hemos estado comentando, y cómo una cartera invertida un 60% en renta variable (S&P 500) y un 40% renta fija (US Treasury) obtiene rentabilidades atractivas en el medio-largo plazo, independientemente del momento de entrada o de la existencia de años negativos.

Para ser más exactos, el gráfico muestra la rentabilidad anualizada obtenida en cada uno de los años especificados en el cabecero, y muestra cómo, al mantener la inversión durante el número de años especificado en el margen izquierdo, las probabilidades de obtener resultados positivos aumentan de forma significativa a medida que aumentan los años de inversión:

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Como se puede observar, en periodos de 10-20 años, la rentabilidad tiende a estabilizarse en valores cercanos al 7-8%, en línea con la rentabilidad histórica de esta combinación de clases de activo. Además, estos números podrían ser aún más estables si combinamos otras subclases de activo, como pueden ser los activos monetarios, que ayudarán a diversificar la cartera y suavizar los vaivenes de los distintos mercados.

Por tanto, en realidad no podemos hablar de clases o subclases de activos “buenas” o “malas”, sino que esto depende de las necesidades y objetivos de cada inversor y de cómo construyen sus carteras de inversiones.

De otro modo, si por ejemplo hubiéramos invertido en las 35 compañías que componen el índice bursátil español Ibex 35, los resultados habrían sido muy diferentes, tal y como se observa en la siguiente tabla:

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Si bien el ejemplo anterior se centra en España, podríamos hacer el ejercicio con otras regiones geográficas y obtendríamos resultados similares, pues no es habitual que una única región geográfica obtenga resultados consistentes en el tiempo en el largo plazo, salvo excepciones, como lo ocurrido en EE. UU. durante los últimos años. Esto complica mucho el ejercicio, pues de querer concentrar nuestras inversiones en unas regiones geográficas específicas, tendremos que adivinar cuál será la que obtendrá los mejores resultados, cuándo empezará a obtenerlos y cuándo cambiará su suerte, algo altamente improbable.

En conclusión, y siguiendo con nuestra metáfora, la realidad es que, Kishida, finalmente logró introducir la mano por un hueco del mueble y recomponer el orden de los platos para que, al abrir la puerta, estos no se cayesen. No obstante, al invertir no tenemos esa capacidad, ya que no sabemos cuándo se abrirá la puerta. Es por ello que es fundamental priorizar el orden patrimonial adecuadamente con una política de inversión que nos ayude a estar preparados cuando lleguen los malos momentos, que sin duda llegarán, y de esta forma no perder el sueño por las noches.

La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.

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La inversión en instrumentos financieros conlleva riesgos financieros que deben ser valorados por los clientes antes de su contratación. Finletic incluirá en su cartera únicamente productos adecuados a su perfil de riesgo. A tal efecto, Finletic obtendrá la información necesaria sobre los conocimientos y experiencia del cliente, sobre la situación financiera y sobre los objetivos de inversión de aquel, con la finalidad de que la entidad pueda diseñar la política de inversión que más se adecue a sus intereses. No obstante, el precio o valor de una inversión depende de las fluctuaciones de los mercados financieros, que están fuera de nuestro control. Los inversores han de ser conscientes de que la rentabilidad histórica de cualquier inversión no constituye garantía de resultados futuros y, en función del tipo de inversión, puede ocurrir que el inversor pierda parte o la totalidad del capital. Si tiene alguna duda sobre los riesgos que comporta su inversión le invitamos a consultar el apartado FAQ de nuestra web y, si aún así tiene alguna pregunta sobre los riesgos de su inversión, puede ponerse en contacto con nuestros profesionales a través de cualquiera de los canales que encontrará en la sección Contacto.

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