La inversión en renta fija en directo

Cultura financiera
por Rafael Suárez
28 de febrero, 2023

Narra un famoso cuento que un día un mapache cogió los calcetines que se le olvidaron a un niño y se los puso, a modo de complemento. Causó tanta sensación, que otros animales del bosque pronto empezaron a vestir prendas humanas: las ardillas vestían camisetas, los topos lucían gorras y hasta los pájaros usaban calzoncillos.

Sin embargo, al poco tiempo, se empezaron a observar las consecuencias negativas de seguir aquella moda: las ardillas se enganchaban las camisetas con las ramas al saltar, los topos no podían entrar en sus madrigueras con las gorras, etc. Preocupados por los incidentes, los animales acudieron al oso, la criatura más sabia del bosque, y le preguntaron por qué habían ocurrido esos accidentes. Este, les contestó: “porque no los necesitáis, sois animales”. Fue así, como se dieron cuenta que seguir la moda les había perjudicado.

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Guiarse por las tendencias es un comportamiento muy humano que busca, en gran medida, la aceptación de la sociedad, pertenecer a un grupo o colectivo y no sentirse fuera de él. Tal es así, que en numerosas ocasiones seguir las modas puede parecernos contraintuitivo o irracional y, a pesar de eso, las seguimos. Cuando se trata de economía e inversión, esto no es una excepción, y muchos inversores replican conductas que terminan perjudicando a sus carteras. Véase la moda que ocasionó la burbuja de los tulipanes en el siglo XVII en Holanda, cuando estos llegaron a valer más que una vivienda, aunque se trataran de productos rápidamente perecederos.

En gran parte, muchas de las modas en el ámbito de las inversiones suceden por el miedo a no participar de algo que va a proporcionar rentabilidades, en teoría elevadas, al resto de los inversores. En inglés se llama a esto FOMO, “Fear of Missing Out”. No obstante, ni todas las inversiones son para todos los inversores, ni todos los inversores necesitan las mismas inversiones.

Sin ir más lejos, a lo largo del año pasado se ha ido dando el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de una moda nueva en 2023 entre los inversores, la inversión en renta fija en directo, es decir, comprar una cartera de bonos a vencimiento. Esto ha sucedido porque las rentabilidades que ofrecían estos instrumentos a inicios de 2022 eran prácticamente negativas, mientras que ahora, un año después, nos encontramos con rentabilidades de más del 4% en muchos casos, en función de la tipología de deuda...

Lo anterior ha despertado, por un lado, la oferta, pues durante los años anteriores este tipo de instrumentos generaban rentabilidades mínimas o negativas. Y, por otro lado, la demanda, que emerge al calor de multitud de noticias positivas acerca de este tipo de inversión. Tal ha sido el aluvión de ofertas de los bancos, que la CNMV ha salido en numerosas ocasiones estas semanas explicando que la “renta fija no es fija” y recomendando a los inversores entender bien los riesgos.

No obstante, ¿es tan beneficioso como nos cuentan, en términos de rentabilidad-riesgo, una cartera de bonos? ¿Es para todos los públicos? Seguidamente, profundizaremos en los inconvenientes que vemos:

  • Objetivos: quizás, el primer paso que se tendría que dar es preguntarse si según nuestros objetivos de inversión, tiene o no sentido invertir en renta fija a corto-medio plazo.
  • Mayor riesgo de crédito: al invertir en unas pocas emisiones, el riesgo de que un posible impago tenga un efecto material en nuestro capital crece exponencialmente. Este riesgo es considerado residual, pero con un efecto siniestral elevado en el sentido de que no es habitual que se materialice, aunque en el caso de hacerlo su impacto es muy elevado. En el gráfico inferior podemos observar la asimetría comentada y cuál sería la situación ideal:

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  • Importes elevados: necesarios para poder alcanzar una diversificación adecuada por tipología de bonos, emisores, calidad crediticia, etc.
  • Mayores costes: además, si no invertimos cantidades significativas de dinero, la posibilidad de negociar las comisiones (o los spreads) nos restaría una parte considerable de la rentabilidad futura. Los costes se ven reflejados tanto en explícitos, intermediación, custodia, cobro de cupones como implícitos, horquilla de precios. Esto sucede, sobre todo, cuando se opera con importes rotos, es decir, importes inferiores a € 100.000.
  • Fiscalidad: el cobro de los cupones tiene impacto fiscal, no siendo posible diferir el pago de los impuestos a un momento futuro, ni decidir cuándo nos llegan los cupones para eficientar fiscalmente las retenciones (tanto en persona física como jurídica).
  • Proceso analítico y operativo costoso: pues disponer de una cartera de bonos en directo requiere destinar elevados recursos, tanto humanos como tecnológicos, para realizar un análisis adecuado de los bonos enmarcados en el universo de inversión, así como su posterior seguimiento.
  • Rentabilidad real ofrecida: si bien, es cierto que los retornos están en niveles de 3,0%-4,5%, este retorno continúa siendo inferior a la inflación, por lo que, en términos reales (una vez descontada la inflación), continuaremos teniendo pérdidas. Por tanto, un objetivo de rentabilidad en términos absolutos no parece tener sentido en este caso.

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Como se puede observar, la rentabilidad ofrecida no parece justificar el enorme apetito que existe actualmente por este tipo de inversiones. De la misma manera, es habitual hablar de rentabilidad en términos brutos, antes de costes, pero esta foto es incluso menos atractiva, cuando tenemos en consideración el impacto de estos. El mayor riesgo de siniestralidad soportado tampoco justifica la elección de la inversión en directo.

En el único supuesto que un inversor debería optar por una cartera de bonos en directos, es en aquel donde se tiene una serie de flujos a emparejar. Es decir, que se necesita una serie de ingresos en unos momentos determinados para hacer frente a una serie de pagos, como pudiera ser el caso de una entidad aseguradora.

En conclusión, los inversores deben trazar, en primer lugar, un plan de inversión para, posteriormente, elegir cómo vehiculizar las inversiones y analizar qué tipología de productos son los más adecuados para lograr sus objetivos. Invertir es como un maratón, donde prima la gestión de los riesgos sobre la generación de rentabilidades absolutas. Tal y como les ocurrió a los animales de nuestro cuento inicial, una moda les pareció una buena elección, y todo fue bien hasta que se materializaron los distintos riesgos. Pues bien, al invertir tenemos que tener esta historia en cuenta, pues las probabilidades de que se dé un evento negativo siempre son superiores a las esperadas inicialmente.

La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.

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