La influencia de los sesgos cognitivos a la hora de invertir

Educación financiera
por Rafael Suárez
30 de abril, 2024

En economía, al igual que en la vida, las respuestas más eficaces no siempre son las más evidentes. Esto se ilustra perfectamente en la historia de dos excursionistas que se encuentran con un tigre en la montaña. En ella, se cuenta como uno de ellos le dice al otro que no tiene sentido correr, ya que el tigre es más rápido que cualquiera de ellos. Sin embargo, el otro excursionista le responde que no necesita ser más rápido que el tigre, solo más rápido que él… Momento en el que este sale corriendo.

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Varias son las moralejas y suposiciones económicas que se vinculan a esta historia, aunque hoy nos centraremos en la del afamado economista estadounidense Oliver Eaton Williamson, que esgrimía que esta historia trata acerca de los requisitos para el éxito y de cómo las emociones humanas pueden nublar nuestro juicio, limitando nuestra capacidad para ver más allá de la situación inmediata. Un ejemplo es que ambos excursionistas, consumidos por el miedo, solo consideran la velocidad como factor de escape, descartando otras estrategias como subirse a un árbol o encender un fuego para asustar al tigre.

En este sentido, las personas suelen tomar decisiones impulsivamente, en lugar de seguir un proceso de toma de decisiones estructurado y controlado. Este enfoque de “pensar rápido” nos hace vulnerables a distintos sesgos cognitivos que nos pueden conducir a tomar decisiones equivocadas, convirtiéndonos así en nuestro peor enemigo.

Por ejemplo, los psicólogos Justin Kruger y David Dunning definieron lo que se conoce como el efecto Dunning-Kruger, sesgo cognitivo que hace referencia a la subestimación de nuestras habilidades acerca de un tema en particular sobre el que tenemos un dominio limitado. Este comportamiento deriva en un exceso de confianza que nos conduce a infravalorar los riesgos inherentes en nuestras acciones y sobreestimar las ganancias esperadas. Pero este sesgo no es el único que existe, sino que hay muchos más, entre los que destacamos los más habituales en nuestra experiencia de más de 20 años:

  • Ilusión de control: o lo que es lo mismo, la tendencia a sobreestimar nuestra capacidad para influir sobre algo en lo que, objetivamente, no tenemos ningún tipo de control. Frases como, prefiero invertir en acciones de 3 empresas que conozco muy bien, son muy habituales entre los inversores, cuando, en realidad, no pueden controlar en absoluto el devenir del precio de las acciones de esas empresas.
  • Confirmación: pues tendemos a buscar información que confirme nuestras convicciones o ideas previas. Esto último también se conoce en el mundo de las inversiones como “cherry-picking”, ya que seleccionamos únicamente las noticias y datos que confirman nuestra tésis y terminamos obviando aquellas que van en contra de nuestra creencia, con el consiguiente riesgo de no analizar la situación desde el prisma adecuado.
  • Autoridad: en muchas ocasiones nos encontramos con inversores que han hecho inversiones simplemente porque confiaban en la persona que se las recomendaba, como un familiar o un amigo, sin realizar ningún tipo de análisis previo y, por supuesto, sin considerar sus necesidades, objetivos o incluso su perfil de riesgo.
  • Anclaje: el ser humano queda fácilmente anclado, esto significa que tiende a quedarse con la información que, en primer lugar, le ha llegado. Por ejemplo, en multitud de ocasiones se ofrecen productos de inversión donde lo que primero que se muestra es la rentabilidad obtenida, de tal forma que se ancle al posible inversor, y este ya no considere otros datos no tan positivos, como los riesgos vinculados a la inversión o la idoneidad de esta con sus objetivos y necesidades.
  • Prueba social: en multitud de ocasiones nos hemos encontrado con carteras de inversiones que las denominamos como “decorativas”, pues han sido construidas en base a lo que amigos, familiares o conocidos invierten, en lugar de basarse en una estrategia personalizada y bien fundamentada. En consecuencia, se termina elaborando una cartera de inversiones poco racional, muy concentrada y, probablemente con determinados riesgos que, si el inversor los conociese, no estaría dispuesto a asumir. Esto puede llegar a estar vinculado con la tendencia a comparar la evolución de nuestras inversiones con las de nuestros allegados, sin considerar que nuestros objetivos y necesidades pueden ser muy distintos y, por ende, nuestras inversiones, por lo que la comparativa no será adecuada.
  • Aversión a las pérdidas: o dicho de otra manera, nos pesa más el miedo a perder algo que el incentivo de ganar algo del mismo valor. A la hora de invertir, este comportamiento lo vemos en todas las etapas: i) al inicio cuando tenemos que poner nuestros ahorros a trabajar y nos da miedo invertirlo y, ii) una vez invertido, cuando vemos noticias negativas o que los mercados están cayendo se produce lo que se conoce como efecto miopía, ya que el inversor deja de centrarse en el largo plazo para focalizarse en lo inmediato, lo que le lleva a sobre reaccionar a dichas noticias. En estas ocasiones, es muy habitual que los inversores dejen de invertir o modifiquen sus inversiones por otras más conservadoras ante el miedo a perder parte de su capital, lo que, tal y como veremos en el siguiente gráfico de Morningstar, es perjudicial a todas luces.

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Estos son solo algunos de los sesgos que encontramos habitualmente entre los inversores, pero existen otros muchos. De la misma manera, hay que incluir la variable de que muchos inversores se toman la inversión como una carrera contra el mercado, enfocándose en predecir los momentos óptimos para comprar y vender, además de intentar adivinar cuáles serán los valores que le proporcionarán una mayor rentabilidad. Sin embargo, al igual que en nuestra historia donde ninguno de los excursionistas podía superar al tigre en velocidad, difícilmente un inversor será más rápido que el mercado de forma consistente en el tiempo.

En definitiva, la única forma de protegernos ante todos estos sesgos y pensamientos preconcebidos es no dejar que nos afecten y, para ello, debemos contar con un proceso de inversión y seguimiento estructurado, que esté basado en nuestras necesidades y objetivos y que, a partir de estas, defina dónde invertir, cómo hacerlo y la política de rebalanceos a seguir, que será la que defina cuándo realizaremos movimientos en nuestra cartera. Todo lo anterior se contempla en lo que se conoce como política de inversión, que será el punto de intersección entre las cosas que realmente son importantes a la hora de invertir y aquellas sobre las que sí podemos tener el control, siendo de esta forma nuestra mejor defensa contra el pensamiento rápido.

La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.

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