Invertir es una carrera de fondo, no un sprint
La batalla de Maratón fue un enfrentamiento bélico acontecido el 12 de septiembre de 490 a. C., y que definió el desenlace de la primera guerra médica. Una proeza que ha trascendido de generación en generación fue la del mensajero Filípides, que recorrió los 42 kilómetros y 195 metros que separaban la ciudad de Maratón de Atenas para informar de la victoria griega sobre los persas, dando nombre así a la expresión de “correr una maratón” en los primeros Juegos Olímpicos de 1896.
Esta prueba implica enfrentarse a una variedad de desafíos, tanto físicos, como ambientales y mentales. Comenzando por la preparación, que nos ayudará a autoconocernos y establecer una rutina de entrenamiento, alimentación, etc., hasta la prueba en sí misma, que es todo un reto a nivel emocional y físico, pues en el camino nos encontraremos con multitud de contratiempos. Estamos seguros de que Filípides, en su largo recorrido, pasó por momentos de euforia y de preocupación a partes iguales.
De la misma manera, invertir es un proceso muy similar, donde la preparación es, quizás, la etapa más importante, pues es cuando asentamos las bases y nos mentalizamos para superar el desafío. Es decir, será dónde definamos cuál será nuestra meta final, cómo conseguiremos llegar a ella y a través de qué acciones. Esto es lo que se conoce como política de inversión. En este proceso es clave comprender cómo funcionan los mercados financieros y qué potenciales situaciones nos encontraremos en nuestro camino, pues solo de esta forma podremos elegir la vestimenta adecuada para nuestra maratón.
Una vez nos hemos preparado emocional y técnicamente para nuestro recorrido, llega la hora de ponerse en marcha. Un factor distintivo entre correr una maratón y empezar a invertir radica en el punto de partida: mientras que en la maratón el punto de inicio está claramente definido, en la inversión, el comienzo depende única y exclusivamente de la decisión personal.
Es habitual que los inversores se topen con mercados en máximos, situaciones geopolíticas complejas, o que el mercado esté cayendo durante las últimas semanas, entre otros dilemas. Siempre habrá incertidumbre que nos lleve a pensar que no es el mejor momento para invertir, pero el día que hay que preocuparse es, ¡cuando lo veamos muy claro! De hecho, si tomamos datos de la bolsa estadounidense, y comparamos la diferencia entre invertir en el primer día y en el punto más bajo de cada año (que sería la mejor opción) desde 1930, llegamos a la conclusión de que esta es de un 0,27% anual, lo que no justifica la preocupación de los inversores por este tema. El inversor estadounidense Peter Lynch se hacía eco de ello cuando argumentaba: “La gente pasa todo el tiempo intentando descifrar cuál es el mejor momento para invertir y es una pérdida de tiempo… No merece la pena”.
Cuando los mercados alcanzan nuevos máximos, es habitual que los medios de comunicación lancen signos de alerta ante una posible caída, mensajes recogidos por los inversores y que les llevan a deshacer posiciones como movimiento de defensa natural. Sin embargo, y tal y como vemos en el gráfico inferior, parece suceder todo lo contrario, pues en aquellas décadas dónde más días se alcanzan máximos (barras grises, eje izquierdo) observamos las mayores rentabilidades anuales (puntos azules, eje derecho), por lo que, en realidad, deberíamos preocuparnos cuando los mercados no toquen máximos, y no al revés:
Al final todo este ruido tiene una consecuencia clara, y es que los inversores, en su intento de protegerse de los múltiples miedos que los asolan por un lado, y de conseguir mayores rentabilidades que el mercado por otro, acaban entrando y saliendo de forma arbitraria, y todo ello sin contar con los costes asociados y la fiscalidad, que harán que los resultados sean incluso menores. En una maratón, es como si el corredor decide correr más rápido en la salida motivado por el sentimiento de extrema euforia, o aminorar el ritmo cuando otros corredores le adelantan y surge la incertidumbre, lo que le hará no alcanzar la meta o, al menos, no en el tiempo deseado.
Otro punto reseñable es que, a pesar de que los mercados toquen máximos, esto no significa que lo estén todos los países, sectores o segmentos. A efectos ilustrativos, en el gráfico de la derecha podemos ver cómo, en Europa, algunos sectores se encuentran infravalorados con respecto a su media de los últimos 20 años, mientras que otros se encuentran sobrevalorados.
Hay una frase que nos gusta mucho, que dice que, “lo importante no es tanto cuando entras sino cuánto tiempo estás invertido”. Si vamos a invertir a largo plazo una parte tendremos que estar invertidos, por lo que tendremos que empezar a invertir pronto. En ocasiones cuando un inversor no estaba nada invertido sí le recomendamos invertir por fases, pero siendo cuidadoso de que no sean muchas y que tampoco se dilaten mucho en el tiempo, ya que los mercados suben el 80% de los años, por lo que estamos jugando contra la estadística.
En definitiva, a la hora de invertir hay que intentar alejarse del ruido de los mercados. Segmentar nuestros objetivos por plazos nos ayudará a contextualizar los movimientos de los mercados y eliminar nuestros miedos, como que el mercado caiga, protegiéndonos con los objetivos de corto plazo, mientras que, en los de largo, veremos como las caídas se van difuminando conforme transcurre el tiempo, llegando a ser irreconocibles. Para ello, es importante tener en mente el espíritu de Filípides y su capacidad de sacrificio, esfuerzo y superación, en aras de un objetivo mayor, que era alcanzar la meta con independencia de los buenos y malos momentos atravesados por el camino.
La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.