El rompecabezas de las inversiones

Educación financiera
por Rafael Suárez
21 de marzo, 2021

Probablemente, no tengas duda alguna de que justo arriba ves un cubo de Rubik. Es más, la mayoría de las personas hemos jugado alguna vez con él a lo largo de nuestra vida, aunque pocos, salvo que seamos magos, hemos sido capaces de resolverlo sin ayuda externa, de forma rápida y consistente en el tiempo.

Por si alguien no lo conoce, el juego consiste en ordenar un cubo de 6 caras, cada una de ellas con 9 pegatinas de 6 colores que se encuentran desordenadas, hasta conseguir disponer todas las pegatinas de un mismo color en cada una de las caras.

En total, a pesar de su reducido tamaño, estamos ante un rompecabezas casi infinito en el que tenemos, ¡43 trillones de combinaciones diferentes!

A continuación, permítenos mostrarte las rentabilidades alcanzadas por diferentes clases de activo durante seis años (2008, año de la crisis financiera y 2016, 2017, 2018, 2019 y 2020, últimos 5 años) ordenadas de mayor a menor:

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¿Te suenan los cuadrados?, ¿los colores?, ¿el desorden? En este ejemplo, tenemos exactamente 9 clases de activos, por lo que, formando cuadrados de 3 (filas) x 3 (columnas), podríamos elaborar un cubo de Rubik con los datos de los seis años (las caras del cubo) e intentar ordenarlos. Por si no te es fácil visualizarlo, te mostramos a continuación este cubo de Rubik desplegado:

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Ahora viene la pregunta importante: ¿en base a qué lo ordenamos?, ¿qué queremos conseguir? Quizás, queramos disponer en cada cara de la misma clase de activo siempre o, simplemente, aquel que mejor rendimiento ha obtenido cada año. Llegados a este punto, es posible que estés pensando que las combinaciones son casi infinitas.

Pero, detengámonos a pensar un momento, ¿la realidad en el mundo de las inversiones puede ser resumida en un cubo de Rubik? Al fin y al cabo, hay gente que es capaz de resolver el famoso puzzle en menos de un minuto. La respuesta es que no, hay que tener en cuenta algunos pequeños detalles que debemos conocer y que harán que no podamos obtener la asignación perfecta de activos a priori. Estas particularidades son: i) no es que haya 9 tipologías diferentes de inversiones, sino que hay muchas más, ii) las pegatinas no tienen un tamaño uniforme, pueden formar combinaciones de multitud de activos en una sola cara, iii) no hay una única solución, sino que esta, al igual que el número de combinaciones posibles, es infinita y dependerá del perfil de riesgo, circunstancias, objetivos y restricciones del inversor, entre otros, iv) existen circunstancias externas que pueden hacer que, en mitad del proceso, nuestro cubo se vuelva a desordenar, v) las clases de activos no son invertibles, sino que se hace mediante miles de productos con enfoques diferentes (fondos de inversión de gestión activa o pasiva, productos temáticos, acciones, bonos, etc.)… y así podríamos seguir varias líneas. Desde luego, los 43 trillones de combinaciones posibles del cubo de Rubik van a ser pocas, en comparación a las que nos podemos encontrar en el mundo de las inversiones, pues tendremos más filas, columnas y caras.

Entonces, ¿cómo podemos alcanzar una solución?

La persona que intenta resolver este cubo tiene un objetivo claro y definido, ordenar las pegatinas de un mismo color en cada una de las caras y, de hecho, son capaces de lograrlo en escasos segundos, independientemente de la combinación de la que se parta. Para ello, cuentan con una sistemática, es decir, siguen una serie de directrices que le llevan a resolver el cubo que, en nuestro caso, sería contar con una política de inversión.

Por lo tanto, en primer lugar, vamos a reflexionar acerca de cada cara, qué significa cada una de ellas. En nuestro ejemplo anterior cada cara representaba las rentabilidades obtenidas por diferentes activos para distintos años, pero en la vida real, eso no es factible, pues debido a la aleatoriedad de los mercados financieros es imposible saber qué activos serán los que obtengan mejor comportamiento con antelación. Por lo tanto, nuestro cubo de Rubik ha de ser atemporal, mostrando combinaciones estratégicas de activos que nos ayuden a conseguir nuestros objetivos, siendo cada cara un objetivo diferente.

En segundo lugar, una vez hemos definido los objetivos de cada cara, tenemos que ordenar las pegatinas, de tal forma que obtengamos la mayor probabilidad de conseguir nuestros objetivos, mientras asumimos el menor riesgo posible. Es decir, debemos definir nuestra distribución estratégica por clases de activos o SAA (Strategic Asset Allocation, por sus siglas en inglés). No obstante, el problema es que la industria financiera está construida para distraernos, siendo capaz, como si de un mago se tratase, de atraer la atención del inversor a pequeñas zonas del cubo, normalmente aquellas con mayor rentabilidad pasada o que más beneficios reportan para el comercializador. Esto hace que se pierda tiempo en mil y un intentos de resolver un problema de infinitas caras, pegatinas y aristas, mientras que lo importante ocurre en otras partes del cubo. Por seguir con el símil, es como si nuestro cubo de Rubik poseyese en cada cara, por un lado 9 pegatinas grandes (clases de activos) que ocupan el 90% de la superficie y, por otro lado, 900 (30 filas x 30 columnas, que representan productos) muy reducidas que ocupan el 10% de la misma, e intentamos colocar 1 pegatina exacta de las 900 en un punto concreto de una cara. Es posible conseguirlo, pero habremos resuelto una parte minúscula de nuestro problema y, quizás, hayamos liado mucho más el cubo de Rubik.

En definitiva, aquello que realmente va a definir el rendimiento de nuestra cartera en términos de rentabilidad/riesgo será la distribución estratégica por clases de activo, pues diversos estudios demuestran que más del 90% de los resultados obtenidos en el futuro procede de ellas, independientemente de los productos que escojamos.

Y, en tercer lugar, nuestro cubo de Rubik ha de estar engrasado, debe tener la suficiente flexibilidad para que, o bien cuando lo perdamos de vista y algún evento fuera de nuestro alcance lo desordene, o bien cambien nuestras preferencias y objetivos, podamos ser capaces de volverlo a ordenar. Por ejemplo, las correlaciones entre activos, que nos indican cómo se mueven unos respecto a otros, son dinámicas, cambian con el tiempo, por lo que una cartera que hoy se encuentra adecuadamente diversificada, es posible que, con el tiempo, deje de funcionar, necesitando ligeros ajustes.

Entonces, ¿con qué pegatinas contamos, qué clases de activo existen? En general, contamos con cuatro tradicionalmente: i) mercado monetario: clase de activo dedicada a soportar los gastos planificados en el corto plazo, tomar ventaja de oportunidades de inversión futura y mitigar las caídas de aquellos activos de mayor riesgo; ii) renta fija: aporta, en la medida de lo posible, flujos constantes de capital y posee un elevado componente diversificador con respecto a la renta variable; iii) renta variable: nos permite ganar exposición al cash flow global de las empresas, permitiendo hacer que el valor de nuestras inversiones crezca y iv) inversiones alternativas: entendiéndose como aquellos activos de mercados privados ilíquidos, tales como private equity, private debt o real estate, los cuales pueden proporcionar un mayor rendimiento a la cartera, así como un mayor riesgo.

En conclusión, el inversor ha de ser consciente de cómo funciona la industria financiera y de aquello que puede controlar y de lo que no, sabiendo que, cuanto más cerca mire, menor visibilidad tendrá del cubo. Por tanto, es necesario apartarse, mirarlo desde fuera y tomar decisiones con una vista panorámica, observando las diferentes caras y aristas.

Por lo tanto, a la hora de construir carteras no se recomienda hacerlo en base a perspectivas de rentabilidad, sino tener una visión más amplia y ver cómo se interrelacionan todos los activos y las distintas variables que inciden en sus precios, como la correlación, liquidez, complejidad, etc. Si nos fijamos única y exclusivamente en rentabilidades pasadas o esperadas, es muy posible que pasemos algo por alto y se nos quede el cubo de Rubik a medio hacer. Es como si compramos un coche sólo por su velocidad y no tenemos en cuenta la calidad de los frenos, airbags, tecnología de asistencia, etc., es probable que tengamos un accidente.

La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.

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