El papel de la renta fija en una cartera de inversiones de largo plazo
Un granjero vivía en una región donde las buenas cosechas habían sido lo habitual durante muchos años. Sin embargo, decidió excavar un pozo profundo en su tierra, mientras sus vecinos se burlaban de él y comentaban que era una pérdida de tiempo. Años después, la lluvia comenzó a escasear, provocando una sequía severa y prolongada que secó las tierras de los vecinos y marchitó sus cosechas. Fue entonces cuando los vecinos miraron atónitos las tierras del granjero, pues él había encontrado una fuente de agua subterránea que le permitió mantener sus campos irrigados y prósperos.
Al invertir, es común que en algún momento sintamos que vamos a contracorriente o que no entendemos lo que está ocurriendo o por qué sucede. Es muy probable que, por ejemplo, nuestro granjero estuviera intentando excavar durante un día entero su pozo, y que no consiguiera avanzar, sintiendo frustración. Este sentimiento es el que pueden estar sintiendo aquellos inversores que han estado invertidos en renta fija durante estos últimos años.
Por contextualizar, hace pocos años nos encontrábamos con que más de $18 Tr de deuda emitida por gobiernos y empresas de todo el mundo no pagaba intereses. Esta situación, anómala por definición, fue una consecuencia de varios factores, pero sobre todo de las políticas monetarias ultra expansivas implementadas por los bancos centrales a nivel global. Sin embargo, ahora nos encontramos en una situación completamente diferente tras el viraje restrictivo en las políticas monetarias de los bancos centrales, que entre 2022 y 2023 subieron tipos de interés y ya no hay deuda que no pague intereses.
La salida de esa situación anómala ha sido veloz, lo que ha llevado a la renta fija (deuda) a tener rendimientos muy pobres. A efectos ilustrativos, a cierre de mayo, la rentabilidad anualizada para la deuda emitida en dólares americanos de los últimos tres años es del -3,10%. Esta rentabilidad contrasta fuertemente con la de otros periodos, donde se han visto rentabilidades anualizadas del 5%, del 10% o incluso del 20% a tres años vista, tal y como vemos en el gráfico inferior.
Esta situación es una consecuencia directa de haber pasado de un mundo donde los tipos de interés eran elevados, finales del siglo XX, a otro completamente distinto, donde hemos llegado a ver tipos de interés negativos. En cualquier caso, el análisis anterior no debería llevarnos a cuestionar la inversión en esta clase de activo, sino que debería hacernos reflexionar acerca de las características y propósito de estas inversiones.
Podemos decir que el principal objetivo de esta clase de activo no es aportar rentabilidad a las carteras, sino mitigar las fluctuaciones de otras de mayor volatilidad, pero que generan rentabilidades muy superiores en el largo plazo, como la renta variable. Por tanto, la rentabilidad no debería ser la variable que nos lleve a tomar una decisión en una dirección u otra. Es más, el efecto de la capitalización compuesta puede resultar en que, carteras con menores retornos potenciales a priori, pero también menor volatilidad (dispersión de resultados), acaben obteniendo resultados superiores en el largo plazo.
En este punto es importante recordar que la rentabilidad necesaria para recuperar una caída de un -10% es de un 11,1%, mientras que para una de un -20% sería un 25%, y para una de un -50% un 100%. Como se puede observar, el esfuerzo es cada vez mayor, y esto incide en la capacidad de la capitalización compuesta para generar retornos superiores. Es aquí donde la combinación de renta fija con otras clases de activo genera valor.
En la tabla inferior se pueden observar las rentabilidades de la renta variable de EE. UU., medida por el S&P 500, y de la renta fija en USD soberana, medida por el US Treasury a 10 años. Vemos cómo en tan solo 5 años (marcados en amarillo), la rentabilidad de la renta fija y variable han sido negativas en un mismo año. Y como, aún siendo negativas, han conseguido mitigar fuertemente las caídas, con la excepción del año 2022:
En consecuencia, debemos pensar en las carteras en su conjunto, no como productos o clases de activo aisladas, ya que su comportamiento por separado es distinto a su comportamiento junto a otras como la renta variable (descorrelación). A lo largo de los años, todas las clases de activo tendrán buenos y malos momentos, pero cada una cumple un papel importante en la cartera, y es por ello por lo que hay que permanecer fieles a la política de inversión y no dejarse guiar por la coyuntura puntual. Además, viendo los resultados anteriores, es muy probable que más de un inversor se sintiese tentado a intentar adivinar el momento de entrada y salida de cada clase de activo. Sin embargo, está demostrado empíricamente que es prácticamente imposible acertar de manera consistente (además de que incurriríamos en muchos mayores costes e impuestos).
Al fin y al cabo, lo anterior es como si nuestro granjero excavase “un poco” en diferentes hoyos, en vez de focalizarse en llegar lo más profundo posible en el lugar adecuado. Permanecer fiel a la política de inversión, así como el granjero permaneció firme en la excavación de su pozo, nos ayudará a conseguir mejores resultados. En definitiva, hay que ganar en el largo plazo, nadie recordará si un año lo hiciste mejor o peor que el mercado.
La información difundida en este blog tiene una finalidad únicamente divulgativa. Cada persona es responsable de su política de inversión y Finletic no asume ninguna responsabilidad sobre sus acciones. La información está actualizada de acuerdo a la fecha que indica cada artículo.