Ciclos económicos y políticas monetarias
Posiblemente, una de las primeras lecciones que se aprenden sobre economía es que esta, en definitiva, es un ciclo con altibajos, que siempre se cumplen. Las circunstancias cambian según el entorno, pero el resultado siempre termina por ser el mismo.
Desde la Gran Crisis financiera de 2008, por tomar un punto no muy lejano, se ha ido secuenciando situaciones que han llevado a alterar artificialmente el orden natural de la economía.. Las continuas excepcionalidades han ido obligando a la adopción de medidas extraordinarias en el campo macro y financiero, desde la entrega directa de cheques a las familias por parte del gobierno de EE. UU., a la inyección masiva de liquidez por parte de los bancos centrales, pasando por la inversión en proyectos multimillonarios esponsorizados por los gobiernos para estimular la actividad.
El objetivo, a corto plazo, se cumplió, pues se evitó el colapso de la economía. Sin embargo, las consecuencias a largo plazo se han ido notando con el paso del tiempo, encarnadas principalmente, en las presiones inflacionistas más agresivas desde los años 80. Ante este panorama, los bancos centrales no solo han tenido que dar marcha atrás en las políticas adoptadas, sino que se han visto en la imperiosa necesidad de ejecutar las subidas de tipos de interés más duras desde aquellos días. Entonces como ahora, unas cifras de inflación muy por encima de lo saludable fueron la antesala de lo que más tarde se verían obligados a hacer los banqueros centrales.
Como se puede observar en la historia reciente, el ciclo económico-financiero tiende a seguir un patrón. Con las particularidades de cada entorno, pero siempre por el mismo camino. Entonces, sabiendo lo que pasa hacia atrás, lo importante es qué cabe esperar hacia delante. En otras palabras, cómo funciona ese patrón.
Las subidas de los tipos de interés, trasladadas a la economía real, significan que el coste de los préstamos se encarece y con ello muchos proyectos que antes eran viables dejan de serlo, lo que paulatinamente va enfriando la economía.Pero este efecto, tal y como se puede ver en el gráfico superior, no es inmediato. Se estima que, de media, se tarda entre 4 y 5 trimestres en empezar a notar el impacto real de las subidas. La sucesión de acontecimientos acostumbra, con sus diferencias, a seguir algo así:
- En primer lugar, el banco central sube tipos para contener la inflación, pero sabiendo que el impacto de esta medida tardará muchos meses en percibirse.
- Los mercados financieros también recogen que la situación va a cambiar, anticipando todos ellos que el encarecimiento del coste de la financiación va a enfriar los ánimos.
- Antes de que se noten los primeros efectos, los bancos centrales vuelven a realizar nuevas subidas.
- Pasados unos meses adicionales, los indicadores económicos empiezan ya a percibir un enfriamiento lento y progresivo. La industria es la primera en sufrir, dado que siempre resulta más fácil y menos costoso cancelar un pedido a fábrica que cerrar una empresa entera de servicios.
- El siguiente en la fila, ahora sí, es el consumo, representante de dos tercios de la actividad económica en los países desarrollados, que comienza a entrever que el cambio, a peor, ya está aquí y afecta a todos.
- Es a partir del año, aproximadamente, cuando la tendencia negativa de la economía se afianza y se puede hablar, según la gravedad, de simple (e “inofensivo”) parón o directamente de recesión.
El punto es que cuando la economía marcha, esa espiral positiva deriva en el recalentamiento de la actividad, que lleva a que haya más inflación de la deseable. En los años 80, a finales de los 90 o en la primera década del siglo XXI ha sucedido y también ahora, tras las medidas aplicadas para combatir una pandemia, volvemos a un escenario de sobra conocido.
El escenario ya sabemos cómo ha sido antes y cómo, aparentemente, debería ser a priori una vez más. Ante una inflación excesiva, los tipos de interés han subido mucho y en muy poco tiempo, es decir, todavía no hemos tenido tiempo de notar el impacto. Por lo tanto, de cara a los próximos meses y cumpliendo el guión, lo normal sería esperar que la industria, pero sobre todo el consumo, se vayan resintiendo, producto del encarecimiento de la financiación. Ahora bien, ¿es esto el final? No, como siempre ha sucedido, es tan solo un paso más del ciclo.
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